El Mentor que todos queremos tener

Enero, 1995.

Recién graduado de mi carrera de Administrador de Sistemas, llegué a mi primer trabajo con todas las ganas posibles, dispuesto a dar los mejores resultados.

Ese primer día, después de haber pasado por recursos humanos, me presenté con mi jefe, Chuy. Yo, Ingeniero de Software, estaba listo para desarrollar líneas de código que resolverían los problemas de los clientes y del mundo, claro que con la mente abierta para seguir aprendiendo cosas nuevas.

La realidad de aquel día de 1995

Apenas conocí a mi jefe, me entregó 2 manuales; cada uno de unos 10 centímetros de grosor y me dijo: “aquí están los manuales del lenguaje que utilizamos, mañana te pongo tu primer programa”.

Si hubieran existido emoticonos en ese entonces, mi reacción hubiera sido una cara triste con una lagrimita.

:'(

Al día siguiente desarrollé mi primer programa en SISINF, que fue un lenguaje de programación en español.

Después de muchos programas en SISINF, me asignaron un programa en COBOL.

Como yo ya sabía programar en COBOL pensé que me iría mejor en esa asignación. Pero, una vez que terminé el programa, que por cierto hacía lo que debía, lo mostré a mi jefe y después de una vista al código me dice: “Este programa no cumple con los estándares”.

Nuevamente, mi reacción sería una cara triste con una lagrimita.

:'(

Un tipo de mentor

Recién graduado de la universidad, no tenía idea de lo que era un mentor, pero en retrospectiva, mi primer jefe me ayudó a mejorar mi trabajo y ser más profesional.

Con él aprendí a tener tratos con el cliente, a validar requerimientos, a tener una mejora continua en mis actividades, entre muchas otras cosas que me ayudaron en mi desarrollo profesional.

Los 4 miembros del equipo estábamos en una misma oficina y ahí conversábamos de los temas de trabajo, problemas y soluciones que encontrabamos, siendo siempre una comunicación abierta, por lo que cuando había una plática con otro miembro del equipo escuchábamos la conversación y aprendíamos casí por ósmosis.

Una de las características que más recuerdo de mi jefe es su integridad, ya que lo que nos recomendaba siempre estuvo acorde con su forma de ser y actuar. 

Lecciones que perduran

Estoy convencido de que su objetivo era formar un equipo responsable y profesional. Y creo que lo logró. Nos impulsó a crecer sin darnos cuenta.

Cada interacción en la vida nos deja un aprendizaje. Qué mejor si esos aprendizajes son positivos, humanos y duraderos.

Porque, después de todo…

El mejor experto también fue un día aprendiz.



Las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra - Autor desconocido.

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