El llanto de la llorona

Recuerdos de un verano

En mi época de secundaria, una de las aventuras que tuve en los veranos fue visitar la casa de mi abuela en Guerrero, Tamaulipas. Ciudad Guerrero está junto a la Presa Falcón, al norte de Tamaulipas y tiene frontera con Estados Unidos. Entre las actividades que se pueden desarrollar están la cacería y pesca, entre otros.

Una cabaña lista para la aventura

Hace poco más de 40 años, varios primos fuimos con mi abuela a pasar varias semanas con ella. Para nosotros era ir al Rancho. Para que fuera una aventura completa, nos organizamos para construir una pequeña casa al fondo del solar para ahí pasar las noches.

A falta de tienda de campaña, con unos bloques que encontramos construimos un pequeño cuarto de 1.5 m x 1.5 m x 1 m de altura. Con una puerta que encontramos y unas sábanas hicimos un techo. Justo había el lugar para que 3 niños durmieran cómodamente y guardáramos nuestras mochilas.

No sería aventura completa sin prepararnos nuestra comida, así que compramos algo de latería y víveres. Todo iba bien hasta que se nos llenó de hormigas la comida, así que nos movimos al plan “B”: comer con mi abuela.

Listos para salir a explorar

Todos los días salíamos temprano a explorar los alrededores de la ciudad. Caminábamos entre el monte, cruzábamos cercas y llegábamos hasta la presa. Ya por la tarde regresábamos contentos con todas nuestras aventuras.

Claro que íbamos bien armados con nuestros cuchillos de Rambo o con la navaja de McGiver, ya que era todo lo que se necesitaba para salir de apuros.

Afortunadamente nunca tuvimos ningún incidente. En un pueblo como Guerrero, todos somos primos. Al andar por la calle, decíamos “Hola Primo” y nos respondían de igual forma. Y es que todos éramos Ramírez, Martínez o González.

Cuando algún mayor te desconocía, bastaba con decirles “soy hijo de Silvia, nieto de Toñita” para que te vieran con buenos ojos y hasta te invitaran algo.

Noches de cuentos

Las aventuras no terminaban con el atardecer, ya que mi abuela nos contaba historias de miedo y leyendas de los alrededores y eso hacía ambiente para que nos retiráramos a pasar la noche en nuestro lugar al fondo del solar.

Una de esas noches decidimos no dormir. ¿Qué tanto puede ser quedarse despierto toda la noche?

Avanzada la noche, a eso de las 3 o 4 AM, aburridos de no hacer nada y con una noche que se nos estaba haciendo eterna, se nos ocurrió lo único obvio que se podría hacer a esa hora: ir a la tienda.

La tienda estaba como a 500 metros, unas cuantas cuadras de camino.

Y ahí tienen a 3 niños caminando solos en la madrugada.

Como era de esperarse la tienda estaba cerrada, por lo que regresamos por el mismo camino.

En cierta parte del camino, a escasos 150 metros de la casa de mi abuela, escuchamos un grito extraño “Ahhhhh”... y en una fracción de segundo, nos volteamos a ver y salimos corriendo. Casi como si nos hubiéramos tele-transportado estábamos todos en la casa que hicimos. Del susto ya ni dormimos.

¿Qué fue ese grito?

Nunca voy a saber si ese grito fue un gato, alguien que nos vio y nos quiso jugar una broma, un alma en pena o algo más. Pero para mi, esa noche escuché “el llanto de la llorona

Estos recuerdos permanecen en mi memoria. Las aventuras de 3 niños, un verano en casa de mi abuela.


El camino de la juventud lleva toda una vida - Pablo R. Picasso


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